Cajas nido


La colocación de cajas nido para las pequeñas aves forestales puede ser muy interesante para estas especies, el motivo es que con la colocación de estas cajas nido se puede suplir la falta de oquedades naturales.

En un bosque maduro existen árboles de diferentes edades, siendo frecuente que los árboles viejos presenten troncos o ramas huecas que son ideales para acoger a los pájaros en su época de cría. En nuestros bosques, es frecuente que los tratamientos silvícolas produzcan masas forestales muy homogéneas, eliminando árboles viejos, muertos o huecos, que no son rentables desde el punto de vista maderable, creándose de esta forma un déficit muy grave de lugares de anidación.

Las especies de pájaros forestales que suelen ocupar las cajas nido, pertenecen a la familia de los páridos: carboneros, herrerillos, etc., aunque también chochines, agateadores, abubillas, torcecuellos, etc., también pueden ocupar estas cajas. Se trata de especies fundamentalmente insectívoras, especialmente en época de cría, por lo que se les considera unos buenos aliados para el control de plagas de insectos forestales.

Desde hace años, algunos organismos como SEO, o en su momento el ICONA, se dedican a fomentar las aves forestales mediante la colocación de cajas nido, que son muy sencillas de hacer y de colocar. Una buena caja nido ha de ser preferiblemente de madera sin tratar, tan importante como el tamaño del agujero de entrada (de su tamaño dependerá qué especies anidarán) es evitar la entrada de agua y favorecer el drenaje de la que pueda entrar. En ocasiones puede ser necesario reforzarlas para dificultar el ataque de depredadores que no dudarían en alimentarse de los huevos o los pollos del nido. 

Estas cajas nido podemos colocarlas en nuestros jardines, que con un poco de suerte serán ocupadas por una familia de páridos que harán las delicias de cualquier amante de la naturaleza. En la foto os muestro una caja nido colocada en mi jardín con la esperanza de que sea ocupada por una pareja de carbonero garrapinos (Parus ater) que ronda por el jardín últimamente, y que también os muestro en estas fotos.


El olor corporal


Todos sabemos que un buen olor corporal suele ser indispensable para ligar, esta obsesión por tener un olor atractivo para el sexo opuesto se lleva a límites asombrosos en el mundo de los insectos. 

Son muchos los animales que utilizan las feromonas u hormonas sexuales emitidas al aire a la hora de resultar atractivos a sus congéneres.

Desde el punto de vista evolutivo, en el mundo de los insectos, la emisión de feromonas sexuales se vuelve imprescindible en el proceso de seducción. Este aspecto es especialmente importante y está muy estudiado, en diferentes especies de mariposas nocturnas, hasta el punto que en determinadas especies que pueden causar problemas económicos o de otra índole como es la procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa), han sido sintetizadas en laboratorio equivalentes químicos de las hormonas sexuales que se emplean en trampas donde se capturan machos de la especie pudiendo realizar una estimación de las poblaciones. En el caso de los lepidópteros, es la hembra quien las produce, emitiendo grandes cantidades de hormonas sexuales al aire que serán captadas por los machos, ayudándoles a encontrar a sus hembras para así perpetuar la especie. Hemos de pensar que se trata de un proceso muy complicado, dado el pequeño tamaño de los insectos que en ocasiones han de volar grandes distancias hasta encontrar a su pareja.

Para poder captar en el aire las trazas de feromonas producidas por las hembras de su especie, mezcladas con impurezas u hormonas de otras especies, los machos de las mariposas nocturnas poseen una serie de receptores sensitivos en las antenas, es frecuente que presenten sus antenas pectinadas, es decir, muy ramificadas para aumentar al máximo la superficie sensible, como podemos ver en la foto, un macho de Aspitates ochrearia, pudiendo distinguir fácilmente el macho (superior) de la hembra (foto inferior), nótense las diferencias en las antenas.


Tener un aspecto de mierda


En el mundo de los insectos, una de las estrategias de defensa más recurridas es la de hacerse pasar por lo que no se es, cualquier cosa antes que los depredadores sepan que están ante un apetitoso insecto.

Estamos acostumbrados a ver mariposas que parecen hojas, verdes o secas, las hay para todos los gustos. Especies diurnas como los piéridos Gonepteryx sp. simulan hojas de color verde, tanto en el color como en la forma. Otras especies como por ejemplo muchos miembros de la familia de los ninfálidos (Nymphalidae), de llamativos colores todas ellas, cuando están plegadas sus alas, no es fácil diferenciar de la hojarasca.

Otras muchas especies se hacen pasar por parte del fondo sobre el que se posan, o bien simulando ser parte de la corteza de un árbol, una piedra, etc. A la hora de fusionarse con el fondo, la familia de los geométridos (Geometridae), son los auténticos maestros.

Rizando el rizo tenemos a estas especies, simulan ser un excremento de un ave, con un realismo fascinante. Su propósito es muy simple, no resultar apetecibles a sus predadores. La primera especie, en la foto superior, se trata de Trichophaga bipartitella de la familia Tineidae, una polilla verdadera, su adulto simula el delgado excremento de un pájaro, sus larvas se alimentan de restos de pelo de animales, en ocasiones consumen egagrópilas de las aves rapaces. La otra especie, Acontia lucida, es un noctuido que también simula ser el excremento de un ave, su larva se alimenta de malvas y otras hierbas.


Mi nueva trampa de luz


Tras el éxito de mi trampa de luz para el estudio de los lepidópteros nocturnos, he decidido realizarle algunas modificaciones a fin de tratar de aumentar su eficacia, así como conseguir que resulte más manejable a la hora de trasladarla.

Recuerdo a mis lectores que la colocación que realizo de esta trampa de luz tiene como objetivo el conocimiento de la fauna de insectos nocturnos a través de la fotografía, sin realizar capturas ni causar la muerte de los insectos atraídos por la luz.

El modelo de trampa de luz que venía utilizando hasta el momento consistía en un tubo fluorescente de 18W, una batería de 12 voltios y una sábana blanca, funcionaba bastante bien, aunque tenía algunas limitaciones. La luz que producía, al estar el tubo demasiado cerca de la sábana iluminaba poca superficie, por lo tanto, los insectos se agolpaban todos muy cerca del tubo y gran parte de la sábana quedaba sin efecto. El otro inconveniente es obvio, debido a las dimensiones del tubo, el transporte era algo complicado debido también a la fragilidad del mismo.  

Para solucionar los problemas mencionados, he sustituido el tubo fluorescente por una lámpara fluorescente de bajo consumo, adaptada a funcionar a 12 voltios de corriente continua, que mediante una pequeña estructura de aluminio me permite mantenerla elevada para obtener un mejor alumbrado de la sábana, como podéis ver en ambas fotos. Al mismo tiempo, me permite al desmontarla poder guardar toda la trampa en una pequeña mochila.

Un geométrido, Petrophora narbonea 
atraído por la trampa de luz.